1st Part: COUPLES THERAPY & the invent of the couple

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Couples Therapy: When you are going to encounter a psychoanalyst, you encounter a partner – a new partner you have not encountered in your life and with whom you are going to play a new part (partie).

So that for this part to take place you must both, you and him or her, be there in person. 

Not necessarily you and your couple have to be there for a couples therapy, the thing is that you will make this new couple with the psychoanalyst.

The part is played solely in speech. But why? Why does one add to one’s life this part to be played and this partner of speech, this supplementary interlocutor who in addition speaks so little as it must be confessed?

One does it when one does not find oneself there with partners in one’s life. Then is when we usually look for couples therapy.

Of course, it would be simpler if there was such a thing as the sexual instinct.

Quite simply, if the sexual instinct existed in human space, there would not be psychoanalysis, and nevertheless couples therapy, because we would not have to ask ourselves any questions.

That’s because there would be a blind, mute force which would guide you and lead you towards the partner that you must have, the type of partner, the standard type, the one who corresponds to you.

Well, that would must likely be the ideal. Besides, it is probably the idea or the ideal that one can have concerning the sexuality of animals.

There is no need to be a psychoanalyst to know that this is not how things happen in the human space.

Human sexuality does not pass through the instinct. Human being does not go straight to his partner.

He has to pass through a whole labyrinth, through mazes, through a true palace of mirages, through impasses and his sexuality is shattered, problematic, contradictory and in the end, we can say, painful.

There is no instinct, there are most complicated functions – there is desire, jouissance, love. And on top of that all these do not agree, do not harmonise, do not converge on the partner who would be the good of which one would have the certainty that it is the good.

That good one with whom no need of couples therapy would have to de taken into account at all.

First desire. Desire is not an instinct because the instinct knows, even if this knowledge remains opaque.

The instinct says silently always the same thing, it is constant. Desire, on the contrary, does not know, is always linked to another question, is itself a question: 

what do I truly desire? Is it my true desire? Is my desire a good or a bad one, is it harmful, is it forbidden? Is what I believe to be my desire not an illusion? And this question about desire can lead to perplexity, to immobilisation.

Therefore, desire does not know. Of course, there is what I demand. What I demand I believe to desire but is it what I truly desire?

Then, in distinction to the instinct, desire is not constant, it is not invariable, but, if one can say so, intermittent, it goes and comes.

It circulates, sometimes it is dispersed, sometimes it is focused, sometimes it is even annulled, vanished. I say then that I am bored or depressed.

Here is something, someone I really desire. Here I get it. And suddenly, at the moment when it is offered to my jouissance, when I would only have to enjoy (jouir) it, here the desire is eclipsed.

But if I enjoy (jouis) it, is it getting better? It can turn out that every time I enjoy something or someone. I enjoy them less. What I have enjoyed is less valuable. And my desire is more diminished.

2nd Part: COUPLES THERAPY & the invent of the couple

1ª Parte: TERAPIA DE PAREJA & el invento de la pareja

En la Terapia de pareja, cuando vas a tener una entrevista con un psicoanalista, te vas a encontrar con un partener, una pareja (una nueva pareja que no habías tenido antes en tu vida, y con quien vas a jugar una nueva partida.

Así que, para que esta nueva parte se de, los dos tenéis que estar allí en persona.

No es necesario que estés con tu pareja para terapia de pareja en el psicoanálisis, ya que se da una nueva pareja, la que haces con tu psicoanalista.

La partida se juega solamente en el discurso. ¿Pero por qué?. ¿Por qué uno, o una, añade esta parte, y este partener, esta pareja del discurso, a su vida para ser jugada, este interlocutor suplementario, que además debemos confesar que habla tan poco?

Terapia de pareja – Psicoanálisis

Uno, o una, lo hace cuando no consigue encontrarse por ahí a sí mismo con  parteners, con parejas, en su vida. Es en ese momento cuando se busca la ayuda de  la terapia de pareja.

Por supuesto, sería mucho más fácil si existiera el instinto sexual.

Si existiera el instinto sexual en el espacio humano, entonces no existiría el psicoanálisis, y ni mucho menos terapia de pareja, ni haría falta, porque no nos haríamos ninguna pregunta.

Esto es así porque entonces habría una fuerza ciega y muda que nos guiaría y nos acercaría a la pareja que tendrías que tener, el tipo de pareja, la pareja estándar, la que te corresponde.

Bien, eso sería seguramente lo ideal. Además, es probablemente la idea, o el ideal que uno puede tener respecto a la sexualidad de los animales.

No hace falta ser psicoanalista para saber que no es así como sucede en el espacio humano. La sexualidad humana no pasa por el instinto.

El ser humano no se dirige derecho a su pareja. Sino que tiene que pasar por todo un laberinto, marañas, un auténtico palacio de espejismos e impases, donde su sexualidad está fragmentada, es problemática, contradictoria, y al final podemos decir, dolorosa.

No hay instinto, hay funciones mucho más complicadas: hay deseo, goce, amor.

Y encima de todo eso no acuerda, no armoniza, no converge en la pareja que sería la buena, de la que uno tendría la certeza de que es la buena.

Esa buena pareja con la que la terapia de pareja no tendría ni que ser concebida.

Terapia de Pareja – Primer deseo

Primero deseo. El deseo no es un instinto, porque el instinto sabe, aún cuando este conocimiento permanece opaco. El instinto siempre dice lo mismo silenciosamente.

El deseo, por el contrario, no sabe, siempre está ligado a otra cuestión, otra pregunta, es él mismo una pregunta:

¿A quién deseo realmente? ¿es mi deseo verdadero? ¿mi deseo es bueno o malo, es dañino, está prohibido? ¿Es lo que cero que es mi deseo, y no una ilusión?.

Y esta cuestión acerca del deseo puede llevarnos a la perplejidad, a la inmovilización. Así pues, el deseo no sabe. Por supuesto si hay demanda. Lo que demando creo que es lo que deseo, pero ¿es lo que verdaderamente deseo?.

Para distinguirlo del deseo, el deseo no es constante, no es invariable, pero si puede decirse así, es intermitente, viene y va.

Circula, algunas veces se dispersa. Aquí hay algo, alguien a quien realmente deseo. Lo consigo.

Y de repente, en el momento en el que se ofrece a mi goce, cuando solo tendría que disfrutarlo, el deseo se eclipsa.

Pero, si consigo disfrutarlo, ¿es cada vez mejor? Resulta que cada vez que disfruto algo o  alguien, lo disfruto menos. Lo que he disfrutado pierde valor. Y mi deseo disminuye.

Mare Magnum
Mix Media
Mila R. Haynes

Aunque mi deseo sea intenso, esta intensidad no da ninguna garantía permanente, ni a mi ni a ningún otro, porque, como tantas veces lo vemos en sesiones de psicoanálisis y en terapia de pareja, el deseo puede estar desplazado o desvanecerse o disminuir con el tiempo.

El deseo no es solo mío. El instinto si lo es.

Se supone que está inscrito en mi naturaleza, que funciona automáticamente. Pero este no es el caso del deseo.

El deseo depende de las circunstancias, de la situación y más que nada del Otro al que se dirige.

Mi deseo está vinculado al deseo del Otro de muchas maneras. Mi deseo puede ser el eco del deseo del Otro.

Es necesario que el Otro desee para que yo desee de vuelta. Entonces miro buscando los signos de su deseo para poder desear.

Esto puede entenderse como que deseo lo que el Otro desea, para que me confirme lo que desea.

Pero esto también puede ser como decir que tengo que desear algo diferente de lo que el Otro desea para que mi deseo sea mío para mi, para ser yo mismo. Para que así no me esfume en su deseo.

Este deseo para el Otro que me solicita, me incita, quiere algo de mi que perturba mi rutina. También puedo odiarlo, desear exterminarlo, aborrecer sus manifestaciones, eliminar sus señales.

Hay sin embargo otra cosa que puedo encontrar en el deseo del Otro, una brújula del mío, este será el que pone un obstáculo, un límite, una ley, que prohíbe el deseo.

Es el que dice esto no tiene que ser deseado. Se donde está lo deseable. Se, entonces, eso que es deseable es lo que me culpabiliza, eso a lo que uno no tiene derecho, lo que es prohibido.

Principales Conclusiones

Todas estos impases posibles se juegan de nuevo, consciente o inconscientemente,  en la nueva partida con esta nueva pareja, con el psicoanalista en las sesiones cuando buscas terapia de pareja, o por las dificultades por las que puedas estar pasando con tu pareja.

Por supuesto, puedo dar ejemplos, pero no voy a dar ninguno.

Eres tú quien los da porque creo que cualquiera puede reconocerse en lo que digo aquí en algún momento u otro, de una u otra manera, o reconocer ahí a sus vecinos o parejas.

Pero sí, en estas descripciones, aunque sean de por sí evocadoras, uno puede reconocerse a sí mismo y a otros, precisamente porque el deseo es un lazo, una relación ultra-sensible con la señal del Otro.

Porque el deseo pasa de uno a otro, se comunica, invertido. Y es también el espejo de las alondras, o sea que es engañoso.